sábado, 18 de junio de 2011

"LA BROMA" (Relatos Desgramatizados)

                                                               La Broma

No podía creerlo, pero era verdad. El muy hijo de puta se había muerto.
Por si me quedaba alguna duda, lo tenía delante de mí, vistiendo un correctísimo traje negro, con corbata y volados. Su cabellera, colorada y llena de rulos, marca registrada, apenas si se veía detrás de un blanco tul… (que debía ser hermano del que se estaría usando en este momento en un vestido de novias y de otro que a lo mejor  formaba parte del ajuar de bautismo de algún bebe vecino)… y en la cara delgadísima, una expresión como de bostezo censurado casi en la mejor parte. La piel del rostro, demasiado lisa para lo que había sido en vida, se veía en extremo amarillenta. Parecía la personita en el cuadro Skrik (El Grito, en su noruego original) solo que con la boca pegada y las manos cruzadas sobre la cintura, es decir… un verdadero desastre.
Cuando me dieron la noticia, creí que era una mala broma. Una de esas bromas que terminan mal, bueno, en cierto sentido  no estaba tan equivocado, esta broma, vaya que había terminado mal ¡tan mal que era cierta! Me sentía en una de esas series baratas donde, por alguna razón nunca revelada que siempre se sabe, terminan con el contrato de alguno de los protagonistas y para justificar su salida de la historia, sin demasiadas explicaciones, de una u otra manera, lo matan…
Sí, en efecto, estaba muerto. Bien muerto y a punto de ser enterrado. Pronto los gusanos y la carroña del tiempo harían gala de él.
La capilla ardiente estaba dispuesta como para un alto funcionario del gobierno. Dos columnas doradas sostenían  un cajón contorneado y encerado de manera maravillosa y con una historia haciéndolo casi tan protagonista como el mismo muerto.
La anecdota que alguna vez le escuche contar al mismo cadaver cuando estaba vivo,  rezaba que Ciara Vieck, a punto de parir, debió huir desesperada de su hogar  luego de una discusión entre su esposo y su padre, en la cual, su marido acabó sin vida. La mujer corrió desesperada por los campos de la familia, atravesó el trigal y llegó sin aliento al bosquecillo de cipreses donde la vida comenzó a patearle las entrañas.
Allí, sola, sin la ayuda de nadie, bajo la ciega mirada de un ancho ciprés que a la vez le sirvió de apoyo, parió al difunto que  velábamos.
En ese punto, la historia se recortaba y volvía a reaparecer años más adelante. El muerto, aún con vida, contaba que, cuando su profesión…(los grandes mafiosos consideran que su delinquir es una profesión no un delito)… le dio la posibilidad económica de cumplir su sueño, lo hizo… con la ayuda de su madre, volvió a su lugar de nacimiento, localizaron aquel enorme y ciego ciprés y con la ayuda de leñadores expertos, lo derribaron.
La mayor parte del árbol permaneció durante años en el lugar donde cayó. Pero un trozo, el más recto, el más ancho, viajo hasta la otra parte del mundo. Allí fue curado, secado y trabajado artesanalmente. Un ebanista chino que vivía en la ciudad, fue el encargado de darle los toques finales. Cuando la última barra de cera terminó de abrillantar la madera, Genaro sintió, que ya que podía morir en paz…
                                                                        s.s

-.La.Broma.-

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