jueves, 9 de junio de 2011

"EL VIEJO" (Relatos Desgramatizados)

                                                              El Viejo

Cruce por debajo del marco de la puerta. Las telas de araña de mi mente no me permitían demasiado, a esa hora, después de varias de estar metido en las mazmorras de la monotonía, solo puedo permitirme caminar presuroso hacia el colectivo para volver a casa.
En la calle Corrientes la gente no mira, pasa, te atraviesa, te intuye y, con suerte te esquiva.
Yo, para no ser menos, me concentro en las baldosas grises algo amarillentas, llenas de mugre, papeles y bolsas voladoras... y camino. A veces me impulsa la música que me calzo en las orejas, a veces, cuando me hace falta pensar, me pierdo en un silencio egoísta y mentiroso, lleno de ruidos y voces que llegan a mí, pero no las escucho.
Camine los cincuenta o cuarenta metros que me faltaban, siempre me faltan algunos metros para llegar a donde voy, hasta Ayacucho y cruce con dirección a la Facultad de Medicina. Ni bien atravesé el enorme listón de asfalto, flanqueado por una decena de autos, una escena me cautivo. Solo, sentado en un banquito desplegable, miraba su futuro, como añorando su pasado.
Un colchoncito celeste con flores blancas y sucias descansaba a su lado esperando la noche. La manta mugrienta que trabajaba jornada completa, combinaba en color y fetidez con aquel colchón que dormía bajo el helado resguardo de la nada. Un perro hubiera tenido mejor cobijo.
El viejo, sentado, inmóvil, helado, miraba con unos ojos brillantes y azules el árbol pelado que se erguía delante de él. No logré imaginarme que pensaba, o mejor dicho, no me atreví a hacerlo. De tanto en tanto, con los dedos se peinaba la abultada barba que le rodaba como una lagrima perenne por sus mejillas y le caía como una nube de lluvia sobre el pecho. No hablaba, no se reía, apenas si estaba... apenas, si se deshacía de a poco con el viento frio del otoño, apenas, si dejaba llevar por lo que algunos, llamarían vida.
Durante un tiempo traspase el marco de la puerta, caminé por Corrientes, cruce por Ayacucho y me encontré con El Viejo. Una tarde, cuando la rutina fue otra y pasé por esa esquina de pura casualidad, busque la escena fascinante, pero en su lugar encontré un dantesco cuadro policial. El viejo se había ido. Como para dejar claro que no volvería, había dejado reposando en la vereda, el banquito, el colchón celeste con flores blancas, la manta mugrienta y su cuerpo libre de pasados, de futuros y de añoranzas.
                                                                                                                                                s.s

                                                       -.El Viejo.-s.s

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