martes, 1 de marzo de 2011

"CUANDO SEA CHICO, QUIERO SER COMO FUI" (Relatos Desgramatizados)

Mi casa tenía dos patios, el nuestro, privado, abrazado por ligustrinas y parecitas blanqueadas con cal, rodeado en el frente  por un banano enfermo y una higuera hiper productiva, y el otro, el patio grande.
El patio grande, el que, al sur se extendía hasta la lejanía de la cancha de futbol "de 11", el que al oeste terminaba en la calle Tucumán, ese que, cuando la noche soplaba los inmensos reflectores y los iba transformando  en carbones negros, quedaba inmerso en la más tenebrosa oscuridad. Ese patio, encerraba secretos e historias maravillosas.
Para poder describir con mayor detalle al "Patio Grande",  haré una serie de divisiones caprichosas, trazaré rectas imaginarias y dividiré a dicho patio en cuatro. Imaginen dos rectas atravesando el terreno, una a lo ancho y otra a lo largo justo por la mitad. Imaginen las cuatro porciones de "patio" como cuatro rectángulos más pequeños a los cuales llamaremos. Nord este, Nord oeste, Sur este, Sur oeste. Mi casa ocupaba parte del terreno Nord este. Completaban esta fracción de mi pequeño paraíso, un edificio enorme de dos plantas, media canchita de futbol cinco, una cabina de transmisiones, un quincho, tres toboganes, seis hamacas, trapecios, argollas, y dos sube y baja. Para completar, una pequeña porción de cancha de básquet.
En el espacio Sur este, se encontraba la mitad de la cancha grande de futbol. Por detrás del arco que correspondía a dicho terreno del campo de juego, una hilera de eucaliptos, que gracias a su tamaño, eran los privilegiados vigías del barrio entero, se tocaban entre sí, allá, en las lejanas alturas, donde reinaban las palomas y las cotorras verdes. Por detrás de estos gigantes, acumulando escombros,  ganando pozos y piedras, algunos metros de tierra llegaban hasta el paredón que separaba  a  "Nunca Jamás" del resto del universo. Fue en esa porción de tierra dura donde me amigué con el dolor, donde, a lo mejor un ángel, o a lo mejor el mismo dolor, me tocó la frente y me dejó en claro que me acompañaría, siempre... pero eso lo cuento despues.
El sector Nord Oeste era el más vistoso. Una iglesia, sencilla, sin la pompa de las iglesias del centro, sin tantos firuletes ni vaivenes arquitectónicos. Saliendo por la puerta de en frente de la iglesia, a la derecha, una torre, acorde a la humilde construcción, resguardaba a las campanas de la lluvia… de la lluvia y del rifle del "gordo Memo" y toda su pandilla, las protegía de las piedras del "Ojudo", o de las maldades de "los Sapitos" o del "Draculin" (buen nombre para un luchador de catch). De lo único que esa torrecita no podía proteger a las campanas, era de la impiadosas palomas que anidaban, de a cientos, en cada recoveco que encontraban allí arriba. Recuerdo haber escuchado sonar, apagadas, opacas y sangrientas campanadas...
Por delante de la iglesia, una poderosa reja, más ostentosa que toda la edificación, protegía el frente de la sagrada casa de Dios, de toda la lista de posibles atacantes, que ya enumeré. En ese sector, se encontraba también la sacristía, el baño de mujeres, la otra parte de la cancha de básquet y un cine, devenido en salón de usos múltiples, devenido en depósito, devenido en zona oscura.
En el último rectángulo del terreno, el más alejado y a lo mejor por eso, el más tenebroso, pegado detrás del cine tres veces devenido a algo, estaban los vestuarios y las duchas. En la planta alta de este sector, en medio de un desorden descomunal, se escondía algo que marcó mi vida, sin que nadie lo imagine... una radio.
Esta radio no transmitía a través del "éter", surcando el aire, con ondas invisibles, no, para nada. Esta radio, "propalaba", "vociferaba", ¡"gritaba"! dentro del mismo oratorio por medio de un sistema de parlantes. Cada vez que al cura se le ocurría hacer funcionar aquella emisora, todos los vecinos del barrio tenían, quisiesen o no, que escuchar las canciones que se oían desde las bocinas ubicadas en lo alto de aquel amarrillento edificio...
 A esos parlantes, no había piedra, rifle, balín, Gordo Memo, Draculin, pelota, sabotaje, ni nada que las dañara. Eran, por “Gracia Divina”, invencibles.
                                                                               (S.S)


                             
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