Mi casa era un sueño. Por eso debe ser que tengo tantos recuerdos de mi más lejana infancia .
En aquella época, eramos los “caseros”(1) de un predio que pertenecía a la comunidad salesiana, vivíamos en "El Oratorio Salesiano". Eran mil metros cuadrados de fantasía. Una fortaleza protegida por un paredón de mil cien pies de alto y alambrados que llegaban hasta el cielo. Como si toda esa seguridad fuera poca, cuando empezaba a a caer la tarde, volvía a casa mi papá y relevaba a mi madre de su puesto de vigía, el cual, en realidad, aunque sea con el rabillo del ojo, seguía ejerciendo hasta cuando dormía. Pero de la noche y del fantasma que me congelaba los huesos cuando la oscuridad intentaba tragarme para no vomitarme jamás, prefiero no hablar, o en todo caso, hacerlo en otro momento ya que, si bien con el tiempo hemos llegado a cierto acuerdo, sé que aún asecha en mi patio.
(S.S)
(de izq. a der. Yo,Fer,Hory,Marce)